Según Oscar Wilde, el arte se caracteriza por carecer totalmente de utilidad. Ignorando esta evidencia se pueden ver muchísimas exposiciones de colecciones de diversos carteles en salas de arte, donde algún entusiasta siempre intentará hacerle ver su punto de vista sobre las inspiraciones y patrones que guiaron la mano del encargado de crear “la obra”. Sin embargo, un cartel, sea propagandístico o publicitario, no se puede clasificar como arte por definición, ya que siempre posee un fin informativo o persuasivo o ambos. Esto se hace especialmente patente durante las elecciones, cuando los partidos muestran, para bien o para mal, su habilidad para formar y generar actitudes a través del medio de comunicación más clásico que existe.
Se han descubierto una serie de reglas y de normas para componer la información que se muestra en los carteles. Sin embargo, su conocimiento y aplicación tácita no garantiza que un cartel sea bueno (esto es, efectivo).
Pido disculpas por la mala calidad de la fotografía. La saqué sin utilizar flash. A pesar de esto, se puede ver claramente lo esencial para una primera aproximación: el patrón de lectura es occidental, ya que la imagen esta a la izquierda del texto, para intentar lograr un efecto de proximidad se corta la cabeza del personaje por arriba, etc. En resumen, se sigue el manual.
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Malapublicidad 